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El otro día hablábamos en Twitter (vale, X) sobre la importancia de optimizar estar en el sitio adecuado en el momento adecuado más que la necesidad de ser brillante. En este contexto, y en un punto de la conversación, Pablo me dijo “[…] implicarse en algo hasta perder la perspectiva siempre es mala idea. Mi equilibrio está en los ciclos de reflexión.”
Este comentario, el concepto de “ciclos de reflexión”, me pareció super interesante y le he pedido al bueno de Pablo que lo comparta con nosotros porque creo a muchos (al menos a mi) nos falta estructurar bien estos ciclos.
Pablo, que es un crack, ha accedido con mucho cariño y os comparto su reflexión. ¡Gracias, Pablo!
Descubrí a Pablo hace unos meses en un podcast de Heavy Mental super recomendable sobre la consultoría. Pablo es CEO de Tecnofor, una consultora de automatización de procesos en base a tecnología y es podcaster en TMDpodcast. Súper recomendable seguirle en X porque comparte y aporta reflexiones muy interesantes.
Saber cuando hay que parar
Por Pablo Grueso
Hay algo que como empresario siempre he envidiado en el mundo del deporte profesional: que organizan su trabajo por temporadas. Saben perfectamente cuando arranca la competición y cuando termina, y en base a ello distribuyen sus esfuerzos. Y sus motivaciones e ilusiones.
Sin embargo, suelo decir que la vida del empresario es un continuo. Y no se puede estar esprintando todo un maratón si queremos tener la más mínima oportunidad de triunfar. O incluso de sobrevivir.
Ya no solo por una cuestión de aguante físico, sino también por desgaste mental y emocional: la sensación de estar en la rueda del hámster no es el mejor componente motivacional para afrontar un nuevo día con la energía que demanda un negocio, ni tampoco para disfrutar del resto de situaciones que nos ofrece la vida.
Hay un pensamiento muy repetido, y desgraciadamente aceptado, que dice que mantener un ritmo constante y sostenido es lo más eficiente para avanzar. Pero la realidad es que es una muy mala extrapolación a un humano del comportamiento de las máquinas.
Cuando nos planteamos aplicarlo a los humanos lo solemos hacer mirando a carreras de larga distancia, donde mantener un ritmo sostenido te va a permitir avanzar más. Pero es un planteamiento equivocado, porque estás extrapolando la gestión de un esfuerzo de unas horas, a la gestión del esfuerzo de varios años de un empresario. Con solo mirar un día completo nos damos cuenta de que los humanos necesitamos parar, aunque sea a dormir un rato, reponernos de una forma que no necesita una máquina.
Y no solo se trata de una cuestión de recuperación física, sino también mental y emocional. Seguimos siendo animalillos, de base biológica, guiados por nuestras emociones y, por lo que sea, la idea de convertirnos en una simple rueda que gira dentro de un engranaje no nos seduce como plan de vida.
Necesitamos plantearnos si lo que estamos haciendo sigue siendo lo que queríamos hacer. A nivel empresarial, y a nivel vital. Si el plan está funcionando o necesitamos hacer un cambio. Si podemos aguantar o hemos medido mal nuestras fuerzas. Pero ni podemos permitirnos no pararnos nunca a planteárnoslo, ni tampoco podemos estar planteándonos cada minuto si nuestra vida sigue teniendo sentido, porque entonces no haríamos otra cosa.
Somos conscientes por tanto de que debemos establecer ciclos tras los que reflexionar, e indirectamente: momentos en los que no reflexionar. Momentos en los que de forma consciente bloqueamos la toma de nuevas decisiones y nos enfocamos en la ejecución de lo previsto. Recuerda que en el balance, dudar se anota en el pasivo.
Es muy tentadora la idea de dejar la puerta abierta a tomar decisiones en cualquier momento si aparece una nueva información que nos haga ver nuestro plan de una forma diferente. El problema es que nuestro cerebro es un granujilla que tiene sus propios planes, y la biología tiende instintivamente a la autopreservación, por lo que cuando aparecen dificultades se encarga de protegernos y hacernos creer que lo mejor es abandonar. Incluso mintiéndonos si es necesario. De manera que nunca puedes estar totalmente seguro si abandonar es la mejor decisión racional, o si estás bajo el influjo de tus emociones que te están cuidando para que no te hagas daño.
Por si acaso caes en la tentación: no, los datos no van a salvarte. Lo primero, porque los datos podrían llegar a ser objetivos, pero su interpretación no lo será nunca. Y segundo, porque cualquiera que haya analizado suficientes métricas empresariales sabe que los datos son cosa de Schrödinger: la empresa va bien y mal de forma simultánea. De manera que la mayor parte del tiempo tendrás motivos racionales para seguir con el plan y para dejarlo al mismo tiempo, y la decisión será emocional.
Por tanto, la cuestión es cual es la forma más conveniente de establecer estos ciclos. A menudo tenemos la tentación de acogernos a los que ya están establecidos de alguna forma. Unos cuentan con respaldo social y te ayudan a homogeneizarte con otras personas, como el año natural, y otros representan algún tipo de obligación impuesta, como el trimestre fiscal.
Esto es mejor que organizarte en torno a la vida como un continuo, donde terminarías parando a reflexionar en el momento menos conveniente, cuando sientes que la situación empieza a superarte, o cuando ya estás quemado. Pero cuando vas al límite, que es el estado natural de un empresario y cualquiera que esté en un entorno competitivo, utilizar ciclos de reflexión arbitrarios, desconectados de los sucesos de tu propia vida y tu negocio, presenta muchas ineficiencias. Porque a un empresario le da prácticamente igual que el nuevo contrato se firme el último día de este trimestre o el primero del siguiente, pero desde el punto de vista analítico podrías interpretar que estás creciendo o decreciendo según el trimestre en que lo imputes, y eso reforzar tu idea de que debes persistir o debes abandonar.
En esa línea, establecer ciclos regulares, aunque no sea con un patrón arbitrario como los que comentábamos, es sin duda tentador. De nuevo aparece lo mal extrapolado que tenemos el comportamiento de las máquinas a los humanos, y la obsesión del ritmo constante. Y en este caso tiene alguna ventaja más, como por ejemplo la de ayudarte a no “hacerte trampas al solitario”. De hecho, si sabes que no tienes mucha autodisciplina, será tu mejor opción. Por mucho que te cueste llevar una disciplina, sabes que llega la noche y te toca echarte a dormir.
Pero en realidad, lo que más se asemeja a nuestra vida son los ciclos irregulares. Unas veces durarán más y otras durarán menos, basado en multitud de variables, tanto de negocio, como vitales. Por ejemplo, algunos casos reales míos: este ciclo dura hasta que los clientes hayan migrado su Jira al cloud. O este ciclo dura hasta que mi mujer dé a luz.
En el primer caso el ciclo son algo más de tres años, con una fecha de inicio que nos sorprendió a todos, con un comunicado del fabricante indicando que retiraba la versión más popular de su producto más popular, y con una fecha no del todo determinada. Porque el fin del soporte será el 15 de febrero de 2024, pero los clientes puede que se decidan a migrar unos meses antes o después de esa fecha.
En el segundo caso, el del embarazo de mi mujer, estamos hablando de un ciclo de unos ocho meses, donde también podría haber variabilidad en la fecha, y eso además supondría otros problemas adicionales.
Pero en ambos casos sabemos con certeza que ese momento marca un antes y un después. Es un acontecimiento significativo que termina una época y empieza otra. Ese será un momento en el que plantearse si nuestros planes siguen teniendo sentido y si sentimos la necesidad de introducir cambios. Entre medias sucederán muchas cosas, pero muy probablemente no tendrán la calificación de acontecimiento. Serán triviales en comparación. Y probablemente tengan que ver con cansancio, con desgaste, con el granujilla de nuestro cerebro intentando convencernos de abandonar, o con una euforia desmedida por algún logro irrelevante frente a los acontecimientos que tenemos previstos.
De forma que nuestra mejor opción es establecer ciclos de reflexión irregulares basado en acontecimientos significativos de nuestro propio contexto, pero el problema en este caso es que la responsabilidad de decidir recae en nosotros mismos. Hala, otra responsabilidad más en nuestra espalda, por si no tuviésemos bastantes cosas ya en las que pensar y sobre las que decidir.
Mis otras cosas
🎙️ En el podcast de Product Hackers no traigo invitado pero me pongo a rajar yo solo sobre Fidelización y Retención en eCommerce y Productos Digitales.
🎙️ El 6 de septiembre, en Mumbler haremos un webinar sobre cómo elegir los ponentes perfectos para tus contenidos.
🧠 En Product Hackers School lanzamos un super programa de liderazgo de equipos de Growth. Dirigido por Yara Paoli (ex-CGO de SkyScanner) este programa está pensado para formar en gestión y liderazgo, una de las grandes carencias que encontramos en el mercado.
Estoy aprendiendo cosas de
📚 Muy enganchado a este libro con el lado oscuro y cuasi-mafioso de McKinsey: “When McKinsey Comes to Town: The Hidden Influence of the World's Most Powerful Consulting Firm”.
Mis libros y canales
En “PsychoGrowth I: Hackeando el cerebro de tus compradores” profundizo en cómo podemos usar los sesgos cognitivos y el funcionamiento del cerebro de nuestros usuarios para afectar a su toma de decisión.
En “Futuros Posibles” recopilo los mejores relatos de ciencia ficción que abordan cómo la ciencia y la tecnología van a moldear nuestra sociedad.
En Instagram y Tiktok voy a ir compartiendo videos relacionados con Sobre Crecer. En Twitter lo comparto todo también.
Saber cuando hay que parar
Gracias.
Esto es fantástico. Realmente pensar si estamos haciendo las cosas bien, principalmente cuando estamos iniciando un proyecto donde no está claro si funciona o va a funcionar, explota mi mente. Pero es la realidad y con este boletín se aprende mucho para organizar nuestras vidas de la mejor forma posible.
Tengo que leer este boletín nuevamente para analizar y comprender el trasfondo que nos enseñas.
Genial reflexión.
En mi caso mi cuerpo me decía a grito pelao que era hora de frenar.
Empiezas a fijarte en otros "KPI's" como: Pulso acelerado, nivel de ansiedad, nº de noches de no dormir, veces que tus hijos te dicen - Papa deja el teléfono ya - reacciones en tu cuerpo cuando recibes ciertos mails o whatsapps de clientes.
Empiezas a preguntarte si eso que haces es lo correcto, ¿porqué siento eso? ¿Porqué hago las cosas? y un sin fin de preguntas que faltan por responder...
Seguimos.