El otro día escribía en la newsletter de Product Hackers un texto que buscaba hacer pensar a muchos (incluyendo a mi mismo): “La mediocridad es demasiado cómoda”.
La reflexión ha tocado hueso, como era su intención, y además de lograr bastantes comparticiones y comentarios en redes sociales, también ha generado bastantes conversaciones privadas, entre las que destacan las de algunos que se han visto reflejados en dos protopersonas que menciono en la reflexión: los optimistas y los pesimistas.
Es muy curioso como algunas personas que tienen claro su perfil, han llegado a sentir que el comentario iba por ellos (cuando era algo mucho más general, y en algunos aspectos muy centrado en mi propia persona) y les ha animado a generar un debate conmigo. De estas conversaciones extraigo algunos puntos interesantes:
Los optimistas tienden a verse como los que consiguen que las cosas pasen. Los soñadores que consiguen llegar más lejos. Encaja mucho con el prototipo de persona que tenía en mente al escribirlo: CEOs o fundadores de startups en fases muy iniciales, con más ganas que capacidad por falta de experiencia (en mi cabeza es el mitiquísimo CEO de Pantomima Full 😂) y que tienden a soñar sin red de seguridad.
Los pesimistas tienden (tendemos, que yo tiendo a estar aquí) a vernos como los “realistas”. Los que vemos la realidad detrás de las cosas y, en cierta manera, los que evitamos grandes desgracias (o así lo sentimos). Típico perfil que (en su extremo) llega a ser un limitador de la capacidad de acción, innovación y búsqueda de nuevas formas de hacer las cosas.
La realidad es que la vida está llena de grises y optimistas y pesimistas pueden estar muy cerca o muy lejos entre si dependiendo del nivel de extremismo en sus planteamientos.
¿Optimista o inconsciente?
El verdadero optimista es aquel que es capaz de ver los riesgos y oportunidades de cada situación y apuesta porque va a conseguir los beneficios derivados de las oportunidades.
Ve la parte del vaso medio vacía y, aún así, decide centrarse en la parte que está medio llena.
Sin embargo, en la vida real hay mucho “optimista” que realmente no lo es tanto, es más bien un inconsciente. Gente que piensa algo y va a por ello con todo su optimismo pero porque ni se ha parado en analizar cuál es la parte del vaso que está medio vacía.
Es el claro ejemplo de muchos fundadores en etapas iniciales que, por desconocimiento, toman decisiones muy precipitadas. Se decide más por emoción que por razón y lo que parece optimismo es falta de análisis o de entender los riesgos reales.
Es una experiencia por la que muchos hemos pasado y es tan dolorosa como enriquecedora, siempre y cuando aprendas a hacer una mejor gestión de los riesgos a futuro, para mantenerte optimista pero ser capaz de maximizar tus posibilidades de éxito.
¿Pesimista o negacionista?
El verdadero pesimista es aquel que además de ver los riesgos, también es capaz de valorar las oportunidades y equilibrar su peso en la ecuación.
Ve el vaso medio vacío y, aún así, es capaz de apostar por el lado medio lleno si realmente hay algo que merece la pena.
Le cuesta más confiar y eso, seguramente, le martiriza, pero es capaz de gestionar internamente sus sensaciones, y darle el volumen justo a cada una de las vocecillas en su interior.
La mayoría de la gente a la que llamamos “pesimista”, por lo absolutamente exagerados que son en sus planteamientos, son los que yo llamo negacionistas. Gente incapaz de valorar adecuadamente las oportunidades y que lo único que hacen es ser unos agoreros que impiden hacer ningún movimiento suficientemente atrevido como para conseguir grandes resultados.
Al igual que un optimista puede llevar una empresa o proyecto a la ruina por tirarse al vacío sin paracaídas, el negacionista puede llegar a esa misma ruina pero a base de negar una y mil veces cualquier oportunidad legítima, primando el no actuar por miedo al fracaso que el mover el culo a ver si conseguimos salvarnos.
Lo que te hace más fuerte te puede matar
La vida parece muchas veces un chiste porque casi siempre pasa que lo que te viene bien en pequeñas dosis, te acaba haciendo daño en exceso.
Eso pasa igualmente con las cosas que nos definen como personas. Nuestras cualidades naturales suelen hacernos destacar en ciertos aspectos, pero si no las controlamos y dejamos que se magnifiquen al extremo, tienden a llevarnos a sitios muy oscuros.
El que es optimista tiene la tendencia natural a ver el lado positivo de las cosas y descuidar el análisis de riesgos. ¿Para qué preocuparse por lo que va a ir mal, si estoy seguro de que va a ir bien?
El buen optimista es el que es consciente de esto y sistematiza la evaluación de riesgos o se fuerza a analizar distintos escenarios para entender como de medio vacío y cómo de medio lleno está el vaso.
Su tendencia natural le hará confiar en que el vaso está más lleno de la cuenta. Pero haciendo el análisis será capaz, al menos, de ver cuando no hay agua y tirar por otro camino.
El que es pesimista, tiene la tendencia natural de focalizarse en los riesgos y lo que puede salir mal. Y tampoco suele ser capaz de poner en valor todo lo que se puede ganar si la oportunidad que tienes delante sale bien.
Llevado al extremo, el pesimista es un stopper de cualquier tipo de acción. Siempre hay algo que está mal o puede salir mal. Siempre hay un elevado nivel de incertidumbre que puede dar al traste con todo.
El buen pesimista es capaz de valorar la oportunidad y ponerla en la balanza con los riesgos que tiene bien controlados. Es el que es capaz de dejar aparcada un rato esa losa que siente dentro con tanta incertidumbre para poder ajustar mejor la balanza entre riesgo y oportunidad.
En definitiva, el buen optimista y el buen pesimista no están tan alejados, son dos caras de la misma moneda.
Equilibrando
Como todo en la vida, mandan los grises, y hay que buscar un equilibrio.
A nivel personal cada uno tiene su forma de no acabar derivando en el máximo exponente de su propia naturaleza.
A nivel compañía, metodologías como EOS, proponen algo interesante, una especie de Yin y yang organizativo: la visión y el integrador.
La visión es el rol dentro de la compañía (generalmente el CEO o uno de los fundadores), que marca hacía donde se dirige la compañía en el largo plazo. La visión suele ser una persona optimista, y ese optimismo le viene al pelo. Para ver las oportunidades hay que mirar el futuro con alegría, ver las posibilidades que nadie más es capaz de ver.
El integrador es el rol dentro de la compañía (generalmente el COO, o Director General) que se encarga que las cosas pasen en el corto plazo. Traslada la visión a X años vista en pasos realistas que ha de dar la compañía, siendo capaz de entender los riesgos y medir adecuadamente los recursos para llegar ahí.
Sin (optimistas) visión una compañía no tiene futuro, sin (pesimistas) integrador no tiene presente.
Mis otras cosas
Con mi socio Pol hablamos del impacto del Spotify Wrapped para los podcasters y de alguno de nuestros próximos planes para Mumbler, nuestro marketplace de audio
En mi podcast Growth entrevisto a Nacho Herranz, COO de Wuolah, sobre la gestión de las operaciones en compañías de alto crecimiento.
Hace poco tuve el lujo de hablar sobre incentivos con el gran Recuenco en el podcast negro del emprendedor.
Mis libros
En “PsychoGrowth I: Hackeando el cerebro de tus compradores” profundizo en cómo podemos usar los sesgos cognitivos y el funcionamiento del cerebro de nuestros usuarios para afectar a su toma de decisión.
En “Futuros Posibles” recopilo los mejores relatos de ciencia ficción que abordan cómo la ciencia y la tecnología van a moldear nuestra sociedad.