He estado en los dos extremos.
En esos momentos en los que todo va bien y te crees invencible. Donde todo fluye, los proyectos salen, la gente te felicita, y por dentro empieza a crecer esa voz silenciosa que dice: “lo tengo todo controlado.” Y te lo crees. Empiezas a caminar más rápido, a escuchar menos, a tomar decisiones desde el ego maquillado de intuición.
Y entonces, sin que te des cuenta, la empiezas a cagar.
No porque no sepas, sino porque te desconectaste. Te subiste. Te alejaste del suelo. Dejaste de hacerte preguntas. Te volviste impermeable a las señales que antes leías con humildad. Y lo que parecía estabilidad era solo altura sin base.
También he estado en el otro lado.
Cuando nada sale, cuando llevas tiempo sin ver resultados, sin energía, sin ganas. Cuando cada cosa que haces parece no tener impacto. Ahí donde la confianza no es baja, es inexistente. Donde dudas incluso de las cosas que antes hacías sin pensar. Y te paras. O peor, sigues andando, pero como si no estuvieras.
Y ahí también la cagas.
Porque te olvidas de que puedes. De que ya has salido antes. De que aunque ahora duela, no eres menos valioso. Pero estás tan abajo que ni siquiera te apetece intentarlo.
Y entre esos dos extremos hay un lugar extraño.
Un punto al que no se llega por accidente, pero tampoco se puede forzar. Un sitio entre la humildad y la determinación.
Donde sabes que puedes cagarla, pero aún así lo intentas. Donde no te dejas arrastrar por el aplauso ni por el juicio.
Es incómodo. Porque no hay euforia, ni drama. Solo foco. Presencia.
Es como andar por una cuerda floja, con el cuerpo tenso pero en equilibrio.
No es perfecto, ni estable. Pero es real.
Y ahí es donde, curiosamente, todo empieza a funcionar.
Cuando no estás ni arriba ni abajo. Cuando te conoces lo suficiente para no fliparte. Y te respetas lo suficiente para no hundirte.
Ese punto intermedio es un músculo.
Uno que se entrena cuando aprendes a celebrar sin inflarte, y a caer sin romperte. Cuando sabes parar antes de creerte imparable. Y moverte antes de dejarte arrastrar.
Lo entrenas cada vez que dices: “voy bien, pero puedo mejorar”.
Cada vez que piensas: “no estoy bien, pero no me voy a rendir”.
Estar ahí, en ese espacio de conciencia firme, sin grandeza forzada ni tragedia sobreactuada, es difícil. Lo perderás mil veces. Pero si sabes volver, si lo reconoces, si lo construyes… ahí es donde se hace el trabajo de verdad.
Ahí es donde creces sin perderte.
Ahí es donde se avanza sin romperse.
Ahí es donde todo, por fin, empieza a tener sentido.
Corti, 17 de abril de 2025
Recursos recomendados para que sigas profundizando sobre este tema
💪 The Confidence Gap – Russ Harris
Explica por qué la confianza no aparece antes de actuar, sino después. Y cómo puedes vivir y avanzar incluso con dudas e inseguridad. Ideal para salir del bucle “no me siento preparado”.
🧘 The Inner Game of Tennis – W. Timothy Gallwey
Aunque está enmarcado en el deporte, es una joya sobre el equilibrio entre control y fluidez, ego y presencia. Muy útil para entender el “punto medio” desde el que se rinde mejor.
🧭 The Obstacle Is the Way – Ryan Holiday
Filosofía estoica aplicada a la vida real. Enseña a moverte con firmeza incluso cuando todo parece estar en contra. Muy útil para momentos de bajón sin caer en la desesperación.
🔁 Mastery – George Leonard
Sobre cómo sostener el crecimiento a largo plazo, evitar los altibajos emocionales y vivir en el proceso, no en los picos. Una visión realista y sólida del camino de mejora.
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Pues le has puesto nombre a una sensación familiar que presuponía extraña. Gracias.
Me ha encantado...ese equilibrio incómodo